domingo, 3 de agosto de 2008

Pájaros de tierra

























Hernán Schillagi


Poemas del invierno


2006


Colección de poesía desierta


Libros de Piedra Infinita, 2007-2008



donde se apoya mi cara


la miseria de cada mañana
se ubica en el espejo
donde se apoya mi cara
y lo que veo
es una esperanza tan cansada
tan sometida a los miedos
tan llena de polvo
y sueños a mitad de camino
que el mismo espejo
se deshace en la tierra
como un último reflejo de lo por venir


destino


sin sorpresas
ni sentido de ser

perderme en una calle
del pasado
donde las cosas
ya han sucedido
donde las ventanas
ya han reflejado mi rostro
y las puertas
no me oyen

perderme en una calle
sin sorpresas
cuando todavía
no he llegado
y estoy por partir


cielo


la mayoría de las veces
las cosas concluyen
en creer o no creer
cuando lo importante
es lo que cubre
lo que esconde
lo que aísla el cielo
con sus sábanas
sangradas por la noche


bajo cero


hay luz si nos vemos

alcanza con poco
pan leche queso
el horno encendido su boca pide
otra cosa que no sea este frío

de pronto las cortinas se corren
un gato tieso sobre la medianera
espera derretirse agua vapor nubes
los dedos flacos de una rama cables
antenas de tevé radio pero la música
golpea la ventana hace tiritar sus vidrios

«señora señor una docena de huevos
por una batería vieja»

entonces corremos hacia el patio
abrimos la puerta y de un latigazo
entra todo junio a nuestra casa




paredes


ni todo
el viento junto
puede derribar estas paredes

las he visto en la mañana
las he tocado con mis huesos
las he sentido llorar
las he contado y no son cuatro
las he soñado y son reales
las he olvidado

pero las necesito


tu nombre todo


marta llora
y su piel se quema a la sombra
va de una habitación a otra
de un espejo a otro
pero no es otra
la que se deja caer en lágrimas
la que por cada paso una derrota

marta sueña
o tal vez son los sueños
los que la sujetan
como una vía muerta a un tren

es el tiempo y su rueda dentada
es la calle que se cierra al frío
son las dudas de un cielo raso
nubarrones de una humedad gris marta

marta escucha y en su radio
los pronósticos siempre se cumplen
pero no hay otra luz que la del dial
que sube baja arrastra voces desconocidas
melodías fragmentarias
sedimentos de frases que hacen una canción
desprevenidos silencios
silencio

marta habla
no hay oídos sino hay olvido
para la que mueve la boca
y cada palabra
es un diente arrancado
y enterrado en su pecho
por eso llora para regarse
por eso sueña para llegar antes
por eso escucha por eso habla
para escucharse

marta calla
reluce en la oscuridad
y va de puerto en puerto
buscando donde encallar
los días que no la visitaron
las noches que no se fueron
busca una ciudad sin faros ni señales
donde los obreros no esperen barcos
que les traigan el amanecer

marta aclara

«martha
con te hache»
hache en el medio muda
que apenas se nota y no molesta
pero que está


el sabor de lo perdido recuperado


fría no la soporta la boca
así que se encuentra sobre la heladera

el rallador muestra sumiso
sus dientes desparejos al fruto
del pecado original
porque es la manzana la que le ofrece
su piel de sangre
y mi mano sube baja
rodea las paredes espinosas
para ver cómo los trozos caen al plato
a la infancia
de una tarde de verano en que tres primos
hacían realidad la metáfora

ellos conocían bien el juego
cuando la botella dejó sin apuntar a uno

entonces se quedó tras la puerta
para sólo mirar mientras una serpiente
le crecía torva por debajo del pantalón


golpes al azar


recibir el daño
en la mentira
en la coraza de los sueños
por cumplirse
en los límites de la frustración
en los ojos la boca los brazos
en la lengua la piel y los dedos

recibir el daño
en el corazón
que se desgrana
como un pájaro
de tierra

© Hernán Schillagi, 2000-2006

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